domingo, 30 de diciembre de 2012
sábado, 29 de diciembre de 2012
La hereje
No tenía certezas y venía saliendo de una
conversación que acabo por abrir un poco más ese hermético corazón, pocas veces
abierto a los demás.
La joven dama deseaba estar sola, pero ¿cómo
expresarlo? Se preguntaba…de pronto una iglesia, un campanario y sus pasos la
condujeron.
Ya dentro sin reverencias ni exaltaciones a
dios ninguno, se sentó en uno de los bancos traseros, el espacio desierto
alentó su petición y las lágrimas se acumularon en sus ojos, sin ser capaces de
salir.
Al ver pasearse al eterno cuidador del lugar
y contemplar su reverencia a una imagen, que a sus ojos solo parecía una bonita
mujer de yeso, se pregunto cómo sería creer en algo de manera tan firme, ¿se
sentirá uno más seguro, tendrá siempre un refugio? Quizás… más ese no era un
consuelo que le estuviera destinado.
Por más que lo había intentado, no encontró
refugio en palabra alguna venida de un hombre frente a un altar, y al admirar
la imagen de un Jesucristo crucificado, tan solo atinaba a pensar; primero si
existió y de ser así, cuáles eran sus temores, su dudas, sus anhelos.
Las paredes del lugar la conocían, en la
soledad, puesto que la iglesia le entregaba el silencio pocas veces presente en
otros lugares, no habían rezos como tal, más la petición callada de un alma
antigua en un cuerpo joven.
En silencio se sintió una puerta cerrar y el
viento ondulo la tela de la falta, los pasos descendieron las escalinatas y así
como había llegado, su presencia taciturna abandono el lugar.
No se llevaba consigo plegaría alguna, ni
sermón… más la acompañaban la reconfortante complicidad de quien se atreve a
elevar sus miedos en lugar sagrado, sin necesidad de glorificar, ni sus
rodillas al suelo por ritual inclinar.
Un viento helado se paseaba por el pueblo y
una chica extrañamente perdida en su sonido, pasease sola mirando a la
eternidad.
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